Aquel martes pensé: ´deberías escribir´. No fue una de esas ideas rápidas, de las que vienen y se van sin dejar huella. Fue un pensamiento que debía llevar tiempo gestándose porque me desperté el miércoles… y allí seguía. También el jueves. Entonces levanté el teléfono y la llamé: ´Ji, empecemos un blog´. Muy en su línea no me preguntó ni a qué venía eso, ni por qué así de repente. Tampoco cómo pensaba hacerlo. Muy en su línea, ´Sííííí!´ dijo. Y aunque no la ví, sé con toda certeza que sonrió mucho, también con los ojos, y agitó la cara en una expresiva mueca de asentimiento. Como otras muchas veces, no nos hizo falta mucho más. De hecho nada más. Unos días después… ¡aquí estamos! Estrenando día 1. Y rebosando ilusión.